“Reflexión desde la cueva moderna” “El apagón que iluminó mi alma” Reflexión desde la oscuridad. Hoy, la electricidad se fue desde las 8 de la mañana hasta las 4:30 de la tarde. En ese silencio forzado, sin pantallas ni enchufes, me encontré pensando en lo mucho que dependemos de esta época que hemos construido con ciencia, tecnología y comodidad.
En medio de esa oscuridad, recordé a las familias del siglo XIX que se reunían alrededor de una lámpara de gas. Allí, sin pantallas ni enchufes, la vida se iluminaba con cuentos, risas y la chispa tenue de una llama. El silencio no era vacío, era compañía. Y pensé que quizá, en cada apagón, se esconde la oportunidad de volver a esa intimidad perdida.
Nos hemos acostumbrado a lo inmediato, a lo iluminado, a lo conectado. Pero cuando todo eso se apaga, nos damos cuenta de lo vulnerables que somos. ¿Y si un día no vuelve? ¿Y si lo que hoy damos por sentado desaparece?
La era en que vivimos se ha vuelto indispensable para nuestra forma de existir. No porque no podamos vivir sin ella, sino porque hemos olvidado cómo hacerlo. Sin ella, regresaríamos a las cavernas. Con ella, tenemos la oportunidad de evolucionar con conciencia.
Hoy, en la oscuridad, valoré la luz. Y decidí que cada paso que doy en este blog será también un acto de gratitud por el tiempo que me ha tocado vivir.
Algunos, con generadores, apenas notan el apagón: solo el rugido del motor les recuerda que la electricidad se fue. Pero ese mismo ruido, aunque devuelve la luz, también roba el silencio que invita a la reflexión. Para quienes no tienen generador, la oscuridad se convierte en maestra; para quienes sí, la conciencia quizá se pierde entre el estruendo.
**When the Light Goes Out, Awareness Turns On**
Today, the electricity was gone from 8 a.m. until 4:30 p.m. In that forced silence, without screens or sockets, I found myself reflecting on how deeply we depend on this era we’ve built—an era of science, technology, and comfort.
In the midst of that darkness, I remembered the families of the 19th century who gathered around a gas lamp. There, without screens or plugs, life was lit by stories, laughter, and the faint flicker of a flame. The silence wasn’t empty—it was companionship. And I thought that perhaps, in every blackout, lies the opportunity to return to that lost intimacy.
We’ve grown used to immediacy, brightness, and connection. But when all of that disappears, we realize how vulnerable we truly are. What if one day it doesn’t come back? What if what we take for granted vanishes?
The age we live in has become essential to our way of being. Not because we couldn’t survive without it, but because we’ve forgotten how. Without it, we return to the cave. With it, we have the chance to evolve—with awareness.
Today, in the darkness, I valued the light. And I decided that every step I take in this blog will be an act of gratitude for the time I’ve been given to live.
This post was born from a blackout.
How do you feel when electricity goes out and we are faced with silence and darkness? I invite you to share your experiences and opinions in the comments, because every perspective enriches this dialogue of awareness.
Some, with generators, hardly notice the blackout: only the roar of the engine reminds them that the electricity is gone. Yet that very noise, while bringing back the light, also steals the silence that invites reflection. For those without a generator, darkness becomes a teacher; for those with one, awareness may be lost in the din.
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